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Buenos Aires a los veintiocho días de noviembre del 2023
El niño nunca ha visto dormir a su padre
pero duerme en la misma posición incómoda que él,
apoyado en un costado, los brazos estirados para atrás,
las manos entrelazadas, como un faquir.
Empeñado en armar un rompecabezas de ocho piezas
los ruidos que hace son los mismos que escuché hace años
cada vez que su padre destemplado intentaba arreglar
el inodoro, la pileta o el acuario del ajolote, en vano.
Lo recuerdo sentado en el piso de la casa que hicimos juntos
mirando el cielo de la mañana sin parpadear,
o acostado en la cama, adheridos los ojos a una pared,
como si ahí habitara el fantasma que lo visitó una vez.
Quería tener un hijo, le dije, para tenerlo a él dos veces,
para sentirlo crecer de mí, dentro de mí, para tener otra versión
del hombre amado, indefenso sobre mi pecho.
Al fin su estirpe ocurrió en mí, multiplicando
células infinitas, repitiendo patrones,
cayendo en uno o dos errores imprevisibles,
modificando los acentos de mi alma sin permiso,
reemplazando un decorado austero
por tiras bordadas, pañales, noches en vela.
Ahora, veo a mi niño poner interminablemente
un dinosaurio plástico tras otro, y recuerdo a su padre
cuando decía que encolumnar soldaditos de plomo
era de todos los juegos de infancia su preferido.
Y me pregunto si las extravagantes posiciones de dormir,
la obsesión con las filas y esa extraña afinidad por los anfibios,
son cosas que su ADN transmitió a mi hijo,
o si no son las leyes hereditarias, sino Dios
haciendo esto por mí: que el niño sea como su padre
para que, así, él aún esté conmigo.
. Mori Ponsowy . Buenos Aires . Argentina . 1967
... Imagen . Antonio Ysursa
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