tengo

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Buenos Aires a los veintiún  días de mayo del 2022


Remiserías con dos horas de espera
y ningún colectivo a la redonda.
Sólo queda caminar.
Respiro aire
de chalecitos de tejas
quiero la casa grande con patio
y mesa de piedra
sobre ella un frasco de mermelada
con agua lleno de flores
de esas doradas y púrpuras
que crecen
silvestres al ras del suelo
mate pan casero
olor a pasto recién cortado.
Pero si la tuviera ya
¿sería el hogar
de chimenea y ventanas abiertas
con caminito
y dos árboles en la vereda?
¿O las flores
sólo serían yuyos amarillos y violetas
traídos por algún chico
en un domingo familiar
tiradas por ahí
como una ofrenda fingidamente consentida?
Camino
tengo que seguir.
Ahí crían y venden plantas, es un vivero, al fondo hay una casa.
El lugar es un vivero con casa en el fondo.
Eso allá no se ve,
no se huele a palo santo
de hornillos de cobre
colgados en galerías de tardecita.
Media hora caminando
al fin subo a un colectivo.
Tengo miedo de verlo. Si lo cruzo
darle un abrazo agradecido y suave
callar y entendernos
dejarlo ir.
Sé que no podría
si hoy subiera al colectivo
verlo de frente,
el mundo muerto.
Ya pasó
ya pasé por la puerta
y nada pasó.
Cruzo el puente
el verano
no era sólo calor quieto
de las dos de la tarde
era también un vértigo
matar o morir
en el fondo lo sabía
lo supe en un tren bajo tierra
en la constancia sin paisaje
vidrio y aire sin flor

subo

existís.

 

 

Roxana Molinelli




. Roxana Molinelli . Provincia de Buenos Aires. Argentina . 1983
 
 
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