él no era mi novio

 .

Buenos Aires a los once días de  junio del 2023

 


La violeta de los alpes
está muriendo de a poco.
Tiene los tallos doblados
casi vencidos.
Intento revivirla y no puedo. 

Él no está.
Camino con su sombra
por la casa. 
 
Él no era mi novio. Claro que no.
Era la voz
que me despertaba
todas las mañanas
y me despedía
cada noche.
Era una tarde de sábado
en el mercado de flores
la sala de un cine
un documental.
Era el almuerzo
de los domingos
mi hogar y mi refugio

Ahora no está.
La casa parece distinta.
Hay una gravitación extraña
en el aire, un silencio envolvente
y opresivo en las paredes. Falta su voz
la manera en que decía mi nombre.
Su modulación. El eco y los matices. 

La casa parece deshabitada.
Envuelto en neblina espesa
mi pequeño barco rústico
avanza a la deriva.

Él no está
Su encendedor quedó
apoyado sobre un mueble.
La lámpara de papel de arroz
que colgó una tarde oscila en el aire.
Hueca, pende en el vacío.
No puedo llenar ese espacio.

Él no era mi novio. Claro que no.
Pero me visitaba los fines de semana
me traía regalos, cocinaba conmigo.
Me invitaba a caminar
cuando yo estaba triste

Los perfumes que mandaba su madre
están sobre la cómoda; sus libros
en mi biblioteca.
Ahora
además de silencio en la casa
hay un silencio que no entiendo
en mi cuerpo.  La esfera pende
en el vacío.
No puedo llenar ese espacio.
Él no está.
La lámpara oscila solitaria.
Salgo al balcón,  miro las plantas.
La violeta de los alpes
está muriendo de a poco.
Los pétalos caen, opacos y resecos
sobre las baldosa

Antes, cuando pasaba esto
le daba agua y revivía.
Ahora no. Él no está. 
Paso las horas leyendo
sobre la vida de la Virgen María:
datos históricos, mitos, apariciones.
Me gusta enterarme
de que no se sabe cómo era su aspecto físico
se supone que era una muchacha pálida
de pelo oscuro, que vivía en una aldea de Jericó.

Él no era mi novio. Claro que no.
Pero era una certeza.
Estaba ahí 
a un costado, adelante, atrás
en cualquier tramo del camino.
Su voz era el faro y la brújula.

Ahora no está.
La cicatriz que atraviesa
mi cuerpo lo confirma
su ausencia cose mi herida
con un hilo dorado.
Por esa hendidura
puede entrar la luz
o volver él
o irse.
Esa cicatriz es mi kintsugi
resina y oro en la grieta.

Él no era mi novio. No.
Era mi cómplice
mi horizonte, mi laberinto.

Creí que iba a estar toda la vida
y ahora no sé cómo se llama este dolor
qué nombre ponerle a esta pena.
“Tristeza originada por el recuerdo
de una dicha perdida”, define el diccionario
a la palabra nostalgia.

Él no es tu novio, decían
mis amigas, mis vecinas
las voces malditas que no
entendían nuestro vínculo.
La gente no entiende nada
decía él.

¿Él es tu novio?, preguntaban
las cotorras de la feria
cuando nos veían juntos
buscando pan y especias.
No,  él no era mi novio.
Era la mañana de sol
en la que dijo: Vayamos
a Colonia y me invitó
a cruzar el río y una calle de piedra.
Era el invierno, la siesta,
la escarcha, el aguanieve
en la ventana 
la hora del té y la pregunta
¿qué hacemos esta noche?
el debate Saura o Visconti
pastas o comida china.

Era el que después de años
de no verme dijo:
cómo te gustaba bailar
cuando te conocí
eras tan alegre a pesar del dolor
que había en tu vida.


No. 
No era mi novio.
Era el mapa del cielo
de la noche que nos conocimos
la primera conversación:
Rayuela y el caso Pippo.

Era la mesura, la elegancia
el alcohol, los abismos
el jacarandá de noviembre
el ombú de la plaza en la que
conversamos tardes enteras
las risas de una madrugada
de verano en La Biela
la casa de San Telmo
que una vez compartimos
las campanadas de San Ignacio
los túneles, el arco de luces
de una fragata en el puerto
los anticuarios, el empedrado
el bodegón de la calle Defensa
en el que una noche helada de los noventa
me dijo: vámonos ya a vivir juntos.

Él no era mi novio. No. Claro que no.
Era un lazo de seda antigua, profundo
indisoluble, que se cortó como una arteria.

Se fue con el último hilo de sangre
de mi cuerpo joven
con el ciclo de la fertilidad y la vida
la luna, los calendarios
las mareas, lo que quedaba de esperanza.
La última primavera
 

Jimena Busefi



.  Jimena Busefi . Buenos Aires . Argentina . 1971
....  Imagen .   Ana Coite


 

 

 

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