trasatlántico

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Buenos Aires a los veinte días de julio del 2018

Si se le mide de la cabeza a los talones,
el cuerpo de mi mujer tiene un año de largo;
ni más ni menos, así, todo completo.

Enero le alborota los cabellos de la frente,
el frío inicio del año la pone un poco difícil
para las cosas de la cama, sin embargo
favorece que los abrazos sean más largos.

El viento fresco y el rocío de febrero
le colorean de rosa intenso las mejillas y los labios;
febrero es un mes chiquito,
y todo mundo juega a que se ama; ella no.

Pero algo sucede con el cosmos durante marzo:
el calendario abre un hueco para que el sol eche sus flores,
entonces mi mujer asolea sus alas,
vuela sobre mí como un pistilo rondando la lengua retráctil de una abeja.

Durante abril y mayo su cuerpo es rotundo,
inhala y encumbra su volumen,
macizo montañoso perfumado,
y dos veces me quedo callado.

No sé en otras mujeres, pero en ella
los mejores meses son los del verano,
en los que su carne estruja sin importar que el día alcance los cuarenta grados;
durante esos meses, llovizna bajo techo.

Otoño lleva tatuada una cicatriz de infancia,
dulce trazo de tiempo sobre la corteza de un abeto,
gemelos emulados por Dios —y con mucha razón--
para poblar el suelo de la Selva Negra.



León Cartagena



. León Cartagena . Los Mochis . México . 1978
.. Imagen . Sus 







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