clausura

 .

 

Al principio era el río esa forma, el ritmo marcando
una dirección, el arrullo lento de las olas, lenguas
de agua dulce lamiendo nuestra orilla.
Los días inmersos en la calma irrevocable
no se distinguían de las noches y el sol
podía ser también la luna clara o roja o apenas
un gajito de luz débil en el cielo
surcado por su franja amontonada de estrellas.
Había más:
el silencio de la siesta, el aroma
de los eucaliptus, sus hojas crujientes y el grito
de la calandria partiendo en dos la tarde.
Veníamos cuidando de las cosas pequeñas del hogar
como el fuego que encendimos y creímos controlar y
sin embargo
fue creciendo por dentro y fuera de nosotros. Hicimos todo
con el amor de quien hace las cosas para siempre, porque
no hay
muerte en la naturaleza y lo que el fuego
se llevó sigue su curso, como las raíces irrumpen
abriéndose paso entre la tierra o la última respiración de
un pájaro
que sigue latiendo en la palma de mi mano.
Antes de partir abrasé los días que pasamos
encendiendo el fuego; de esos días
que seguramente compusieron
la trama más feliz que conocimos
ya no habría más.
Luego cayó
el tiempo sobre el cuerpo:
una gota que deforma la superficie de la roca y destruye
todo lo que había de roca en ella. Fueron
lentamente removidas nuestras huellas y
las cosas que hasta entonces nos rodeaban
se fueron clausurando
detrás del candado y de la puerta verde de la casa.

 

 


Flor Defelippe

 

 



..  Flor Defelippe . Buenos Aires . Argentina . 1982
... Imagen . Lena Kholkina